- Un kilo de calamares o de chipirones de tamaño mediano o pequeño.
- Leche, harina y huevo batido.
- 2 dientes de ajo aplastados.
- Aceite de oliva para freír y sal
Si no se han limpiado los calamares en la pescadería, en casa se pasan por agua, se separan los cuerpos de los tentáculos,
se limpia bien el interior y se retira la pluma.
A continuación, se elimina de los tentáculos la parte de las tripas, el pico del animal y la bolsa de tinta adherida, que
se puede congelar para una ocasión en la que se elabore una salsa de tinta negra.
Se cortan los cuerpos en arandelas de un grosor como de un dedo y se hace lo mismo con los tentáculos que, si fueran muy grandes,
se separan en dos o tres trozos. Se sazonan generosamente, se sumergen en leche con los dientes de ajo aplastados y se dejan
así varias horas en la nevera. Pasado ese rato, se escurren (para quien le guste, los ajos se pueden freír con los calamares).
Bien escurridos y secos de la leche, se pasan, de pocos en pocos, por harina y se sumergen delicadamente en huevo batido,
sin que se apelmacen, bien sueltos. A continuación, se fríen en abundante aceite de oliva caliente, se escurren sobre un trozo
de papel secante y se pasan a una fuente (ver paso a paso 4). Se sirven con gajos de limón y se pueden volver a sazonar si
se cree que están ligeramente sosos
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